Sobre Martín Tovar y Tovar
Caracas, 1827 - París, 1902) Pintor venezolano, destacado retratista de la sociedad caraqueña de fines del siglo XIX. Estudió dibujo y pintura en su país, y más tarde se trasladó a España, donde estudió con los Madrazo. De regreso a Caracas (1855), realizó una serie de retratos de los próceres de la independencia venezolana, así como cuadros de historia de estilo académico.
Martín Tovar y Tovar fue una figura precursora en muchos ámbitos de la cultura en Venezuela. Se le conoce en especial como pintor de La firma del Acta de Independencia (1883), lienzo realizado para la exposición del centenario del natalicio de Simón Bolívar, y por la La batalla de Carabobo (1884-1887), que se encuentra en la cúpula del Salón Elíptico del Palacio Federal. Si bien realizó toda su serie de cuadros históricos por encargo del presidente Antonio Guzmán Blanco, también tuvo iniciativas libres y poco comunes en el contexto venezolano. Por ejemplo, cuando volvió de sus estudios en Europa, en 1855, propuso al gobierno de José Monagas la creación de un museo de copias de obras maestras de la pintura que, por supuesto, él mismo realizaría; con ese fin trajo la copia de un Murillo. La propuesta fue aprobada pero no se realizó por falta de fondos, en un momento en el que Venezuela se hundía en la lucha de poderes y el arte se valoraba en la medida en que los servía.
El pintor nació en Caracas el 10 de febrero de 1827, hijo de un oficial de Granada, Antonio de Tovar, y de la caraqueña de sociedad Damiana Tovar Liendo. Estudió desde 1840 en el colegio La Paz, que dirigía José Ignacio Paz Castillo, y allí recibió clases de pintura de Carmelo Fernández. Estudió también en la Escuela Normal de Dibujo con Celestino Martínez, Antonio José Carranza y Domingo de Tovar, un primo lejano, y tuvo clases particulares con Lebeau, un médico francés aficionado a la pintura. Por las habilidades de Martín, sus maestros insistieron en la importancia de enviarlo fuera del país a continuar sus estudios.
El asalto al Congreso el 24 de enero de 1848 empeoró la situación, y en 1850 los padres decidieron enviar a Tovar a estudiar a Madrid. Las cartas de recomendación hicieron su papel, y gracias a ellas el marqués de la Remisa le pagó la inscripción en la Academia de San Fernando, donde sus profesores fueron José de Madrazo y su hijo Federico, que le mostró la obra del retratista neoclásico Vicente López, que tomaría como modelo. Hay que decir que la influencia principal que derivó de su estancia en Madrid fue su descubrimiento del Museo del Prado y de los grandes maestros españoles: Velázquez, Murillo o Goya.
Era la época de las revoluciones europeas, que se puede resumir, en tosco trazo, como la lucha ideológica entre el pensamiento liberal y el conservador. España la vivió también desde su conformación monárquica con las guerras carlistas, en las que Isabel II representaba a los liberales, y el infante Carlos María Isidro de Borbón, su tío, la monarquía conservadora. También en el terreno artístico las tendencias se enfrentaban y dividían. Cuando Tovar decidió seguir su instinto artístico y marcharse en 1852 al París del Segundo Imperio y de Napoleón III, las influencias se movían entre el impecable clasicismo de línea cerrada y ajustadas formas de Ingres y la exuberancia romántica de fluctuantes colores y espectacular dinamismo de Delacroix.
Tovar eligió el taller de León Coignet para afianzar su aprendizaje y se dejó influir más por los neoclásicos, pero, como señala Juan Calzadilla, él era "clásico en la forma y romántico en el contenido". Sin llegar a la genialidad de los dos grandes franceses, Tovar y Tovar abrió el camino de la pintura venezolana hasta ese entonces estancada en el provincianismo y sentó un precedente para los otros dos destacados pintores del siglo XIX venezolano: Cristóbal Rojas y Arturo Michelena.
Volvió a Caracas en 1855. Llegó con su idea del museo de copias, con un importante autorretrato y con la intención de trabajar y vivir de su pintura, pero, de nuevo, eran malos tiempos para el arte. Sin embargo, en este período pintó con libertad y placer retratos de amigos y familiares: Josefina Gil de Zamora Pedrique, Ana Tovar y Tovar de Zuloaga y el Retrato de Juana Verrué, en el que el fondo pictórico se identifica con el fondo psicológico en un tono tenue que hipnotiza, y la economía visual centra el poder en el rostro y el vestido.
Pero su interés era salir del ambiente bélico venezolano, centrado a la sazón en el episodio de la Guerra Federal. Marchó a París en 1862, y al regresar, en 1864, instaló uno de los primeros estudios fotográficos con José Antonio Salas, con el fin de hacer retratos-guía para sus óleos. Tovar ocupó su tiempo en el estudio y en algunos ensayos costumbristas de poca monta. Pero los cambios llegaron y en 1872 participó en la primera colectiva de arte organizada en Venezuela por el viajero inglés James Mudie Spence; al año siguiente se celebró su matrimonio con Teotiste Sánchez, y en 1873 recibió el determinante encargo de Guzmán Blanco (a quien conoció en las tertulias que se organizaban en su estudio) de una serie de cuadros históricos: retratos de próceres y escenas de la Independencia. Había sido elegido como el pintor de la corte del "Americano Ilustrado".
Realizó, al fin, su sueño: trabajar en París cómodamente, en su taller de la calle Montaigne, recibir adelantos por sus lienzos, viajar y poner en movimiento su pincel. De ese conjunto resultaron retratos como los de Sucre, Urdaneta, Monagas y Anzoátegui. Después realizó La firma del Acta de Independencia, con el que buscaba (y bien que lo logró) exaltar la figura de Miranda; de este cuadro se conservan bocetos desde 1876 que justifican que se la considere su obra más estudiada y acabada.
A este trabajo siguen los que en 1884 le son contratados, también por Guzmán: las batallas de Carabobo, Boyacá, Junín y Ayacucho, el Tratado de Coche y dos alegorías. Los tres últimos no se realizaron y La batalla de Junín se desprendió en 1891 del techo del Salón Elíptico. La batalla de Carabobo es importante por la dificultad que representaba el trabajo de apreciación impuesto por la forma elíptica, como si la escena fuera vista por una lente "ojo de pez", y para la que Tovar, según Calzadilla, "concibió una composición extraordinariamente movida, en donde el paisaje no cuenta sólo como escenario, sino que tiene dentro del cuadro un valor propio: unifica la acción e impone su presencia avasalladora".
Al concluir sus encargos, Tovar y Tovar se dedicó a realizar paisajes de Caracas y Macuto, participó en la exposición homenaje a Francisco de Miranda en 1894 y se mantuvo pintando en su casa de la esquina de las Madrices. Murió el 17 de diciembre de 1902, en el momento en que un conflicto internacional acaparaba tanto las noticias como las costas venezolanas.
Influido por las modas parisienses del neoclasicismo y el romanticismo, si bien temperadas por el colorismo de maestros españoles como Vicente López y Federico de Madrazo, Tovar y Tovar fue un dibujante de trazo tan seguro como David. Obsesionado con la precisión técnica, logró una "feliz adaptación de la pintura de Historia como se desarrolló en la Francia napoleónica y postnapoleónica al escenario tropical", según Picón Salas. Con Tovar y Tovar toca a su fin la influencia de España en la tradición pictórica venezolana y comienza el poderoso ascendiente del arte francés. Éste se manifestó sobre todo, hasta comienzos del siglo XX, en su vertiente académica. Las obras de los principales maestros venezolanos inmediatamente posteriores a Martín Tovar y Tovar ofrecen un fiel reflejo del academicismo impuesto a través de los Salones Oficiales de París. Son Antonio Herrera Toro (1857-1914), Cristóbal Rojas (1858-1890) y, especialmente, Arturo Michelena (1863-1898), quizás el mayor pintor venezolano del siglo XIX, a pesar de su temprana desaparición a la edad de 35 años.